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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La palabra imaginada (37): Admiradas

Del libro: 'Si ella nos mira'. Col. Ulises, 2011. María Antonia Ricas

La palabra imaginada (36): Para el Dios de la palabra

Concha Hornero. https://lamiradaactual.blogspot.com

MARÍA ANTONIA RICAS

Sargazos V en un mar gris, Concha Hornero

Las lobas llegan hasta la orilla para lamerse sus heridas con sal.

Luego regresan después de haberse bebido el llanto, se rizan las pestañas, levantan el talón y pelean para poder llevarse algo a la boca; que no todos los frutos sean de semilla macho, que no sea cazar el hambre incontenible, avariciosa de las crías.

Hay otras criaturas ágrafas, meciéndose en el agua. Tienen alcobas semejantes para no discutir y que el esposo confunda los perfumes de sus manos y confunda el nombre de sus sexos de clausura.

Pero han aprendido a no olvidar secretos. Debajo de sus velos tupidos el mar es una historia femenina - Calipso, mi Calipso-, una lección antigua, mareas de mudez y supervivencia.

Y otras se sumergen lanceadas, acribilladas por el abandono. Quizá están muertas…

Han encontrado el tiempo de los niños con los peces; más tarde suben, en una cama de sargazos flotan, llegan a Ogigia, se transforman en agua, regresan a la risa, sobre todo descansan.

Isabel Vera. Obra en colección particular

Isabel Vera: Domina curatrix animae

Mezclar con la madera la materia

de sangre mineral y sin embargo

viva;

estratos femeninos enterrados

que conservan aún el agua, el viaje.

Y sacar de ese barro las señales

de algo que estaba ahí, que todavía

está:

criaturas reptando, descubriéndose,

indicios de la Diosa despertando.

Cuando emerge su boca, cuando vuelve

la Diosa a convertirse en carne y rueda,

y no deja tranquila la mirada

y no permite el cuero del olvido,

es que hay una mujer

amando a los caballos,

torneando vasijas oferentes

bajo un cielo amarillo que presagia

Visitas desde lejos,

desde aquellos lugares

fenicios y marinos.

Es que hay una mujer

descifrando los rastros en la tierra.

Yo la he visto leerlos con las manos,

excavar hasta herirse,

hasta encontrar el fuego.

Estuvieron las yeguas inquietándose

y regresó en la noche la memoria.

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